sábado, 5 de febrero de 2011

Deng Xiaoping

"Gato negro o gato blanco lo importante es que cace ratones"
Dirigente político de la República Popular China (Xiexing, Sichuán, 1904 - Pekín, 1997). Hijo de un terrateniente, Deng recibió una educación moderna, que completó con estancias en París y Moscú.

Tras afiliarse al Partido Comunista en 1924, colaboró en varias misiones políticas y militares durante la guerra civil en el Sur (1930-34) hasta que los comunistas hubieron de huir, derrotados por Chang Kai-shek. Participó en la Larga Marcha hasta el establecimiento de una nueva base comunista en Yenan (1934-36); entretanto, se alineó con las tesis que defendía Mao Zedong dentro del Partido, lo cual le proyectó a la cabeza del movimiento cuando Mao se hizo con el control en 1935.

Durante la guerra contra los japoneses (1937-45), Deng actuó como comisario político en el ejército, estableciendo estrechas relaciones con los jefes militares, que se revelarían decisivas para impulsar su carrera posterior. En 1945 entró en el Comité Central del Partido Comunista, en 1954 ascendió a la vicepresidencia del Gobierno y en 1955 se convirtió en secretario general del Partido y miembro del Politburó.

Deng se distinguió pronto como un líder moderado y pragmático, frente al radicalismo auspiciado por Mao en los años del «Gran Salto Adelante» (1958-61); contra el dogmatismo ideológico maoísta lanzó su famosa sentencia de «gato negro o gato blanco, poco importa si caza ratones». En 1962-65 tuvo que dedicarse a reparar los estragos económicos causados por los excesos del presidente, de manera que la «Revolución Cultural» iniciada en 1966 le tomó como uno de sus principales objetivos: acusado de practicar políticas capitalistas y burguesas, fue destituido de sus cargos, obligado a hacer autocrítica de sus «errores» (1967) y enviado a trabajar como obrero en una fábrica (1970).

El posterior enfrentamiento por el poder entre la «Banda de los Cuatro» (que, encabezada por la mujer de Mao, pretendía continuar la «Revolución Cultural») y los aperturistas (encabezados por el primer ministro Chu En-Lai) llevó a éstos a rehabilitar a Deng, haciéndole de nuevo miembro del Comité Central y viceprimer ministro (1973). Pero al morir tanto Mao como Chu en 1976, Deng hubo de hacer frente, apoyado por movilizaciones populares, al ataque de la «Banda de los Cuatro» y la vieja guardia maoísta.

Aliado con Hua Guofeng, Deng se impuso en esa lucha por el poder y se convirtió en el nuevo «hombre fuerte» de China (1977). Tras eliminar del aparato del Estado a los continuistas, inició una audaz política de reformas bajo el lema de las «cuatro modernizaciones» (agrícola, industrial, científico-técnica y de defensa). Liberalizó la economía china abriendo espacios para la iniciativa privada y para la inversión extranjera; esto le obligó a mejorar sus relaciones con los países occidentales, haciendo concesiones en materia de política exterior y de respeto de los derechos humanos; todo ello aceleró el crecimiento económico, mejoró el nivel de vida e hizo aparecer una nueva clase empresarial.

Pero su aperturismo no se extendió al terreno político, manteniendo la dictadura del partido único, la restricción de las libertades y la represión de los disidentes; una movilización estudiantil reclamando la democratización del régimen se saldó en 1990 con una sangrienta represión (la matanza de Tiananmen). Para esa fecha el anciano Deng había abandonado ya todos sus cargos políticos, obligando a retirarse al mismo tiempo a los demás dirigentes de su generación y situando en los puestos clave a un grupo de hombres de su confianza; pero, desde su retiro, siguió controlando la política china hasta su muerte.

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ADAN CHAPARRO
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EL BOLCHEVISMO LIGA NACIONAL BOLCHEVIQUE VENEZOLANA

Sobre la cuestión de los bolcheviques es menester precisar que el bolchevismo es un fenómeno histórico y real, no un planteamiento teórico de Marx y Engels. De hecho, de haber seguido la teoría marxista (la que escribió Marx) en Rusia no habrían triunfado los bolcheviques sino los mencheviques, pues estos últimos consideraban, siguiendo a Marx, que a una revolución proletaria debía preceder una etapa burguesa y unas condiciones de capitalismo desarrollado, que obviamente no se daban en la Rusia zarista, un país feudal y atrasado.

Dugin dice que el nacional-bolchevismo es simplemente bolchevismo (lean su artículo Just Bolshevism) puesto que no ha existido ningún bolchevismo no nacional. Como fenómeno histórico y real, el bolchevismo, en su esencia leninista-stalinista, ha demostrado ser una fuerza espiritual y patriótica. Los rusos llamaron "Guerra Patriótica" a la guerra de resistencia contra la ocupación nazi, porque ser solidario con la causa de la liberación nacional y social de los pueblos (ser "internacionalista proletario") no es contradictorio con ser patriota y nacionalista.

En teoría, Rusia era un país "materialista", pero eso era sólo la teoría de la dialéctica marxista. Cada construcción socialista es diferente, el socialismo es algo proteico y cambiante que se adapta y asume las particularidades de cada nación, y por esta razón es nacional. Marxismo no es sólo lo que escribió más o menos acertadamente Marx; Marxistas y patriotas han sido Mariátegui, Mao, Stalin, Castro, Guevara, Ho Chi Minh, etc. En mi opinión esto es lo que nos diferencia de los nazis; los nazis hablan de la raza aria lo mismo en Alemania que en países donde hay mestizos, mulatos, indios como sucede en la querida Patria Grande. El nazismo no se adapta ni asume las particularidades de cada nación y por ende no es nacional, en todo caso sería nacional sólo en Alemania.

Por estas razones creo que ese bolchevismo apátrida y ateo no es el que corresponde al bolchevismo como fenómeno histórico y real de un país concreto como Rusia (lo que Stalin llamaba el socialismo en un sólo país). Ese "bolchevismo" degenerado es un invento occidental no soviético. El socialismo no es sólo un método de reparto, no es sólo una forma de organizar y dirigir la economía, es una moral revolucionaria, que es lo más importante. Y cuando alguien evoca la época soviética lo primero que le viene a la cabeza no es la dialéctica materialista, sino la disciplina, la moral, el patriotismo, los valores tradicionales, la inmensa producción intelectual y artística de la Unión Soviética, el glorioso ejército rojo, etc.
Para el nacional-bolchevismo es importante la conformación de bloques geopolíticos para combatir el imperialismo yanqui: el bloque Eurasiático, el bloque Iberoamericano, etc. Es decir, cada cultura debe tener un ámbito en el que pueda desarrollarse conforme a sus valores tradicionales (y a la vez revolucionarios). No se trata de imponer un modelo eurocéntrico, sino que cada bloque debe encontrar su vía nacional al socialismo; eso es el socialismo nacional.

En toda Revolución hay siempre elementos contrarrevolucionarios que hay que neutralizar. Esto ha ocurrido y ocurrirá siempre. Al Che Guevara no le gustaba fusilar gente porque sí, sin embargo no dudó en ordenar la liquidación de estos elementos perniciosos si no quedaba otro remedio para salvar la Revolución. Por supuesto a la izquierda blanda y pusilánime no le resulta grato recordar que Castro, Stalin, Guevara, el Presidente Gonzalo, Mao y otros nacional-comunistas han tratado como se merecían a degenerados y contrarrevolucionarios de la peor ralea. Los militantes rusos del NBP reivindican orgullosos a Stalin sin hacer caso de la estúpida campaña de desprestigio contra el gran dirigente bolchevique, al que el imperialismo yanqui no le perdona el haber convertido a un país salido del feudalismo, de una guerra civil y de la gran guerra patriótica, en una superpotencia.

Lo mismo reza para el caso del Tercer Reich. Que la revolución nacional-socialista fuera llevada al fracaso (en mi opinión) por el racismo y anti-bolchevismo hitleriano, no debe hacernos olvidar el gran desarrollo cultural y tecnológico llevado a cabo en este período de la historia de Alemania. Para un nacional-bolchevique el Tercer Reich fue una primavera sin verano; lo interesante del nacional-socialismo es lo que pudo ser y al final no llegó a ser


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ADAN CHAPARRO
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Creación de una nueva ideología

La Revolución Industrial había creado grandes desigualdades sociales, los obreros Vivian míseramente, trabajando jornadas larguísimas, en condiciones inhumanas y cobrando míseros jornales. Mientras esto ocurría se consolidaba una nueva clase dominante: la burguesía, que dominaba la sociedad gracias a su gran poder económico.

Ante esta situación los obreros vieron la necesidad de asociarse, despertando la conciencia de clase, así se fueron creando nuevas ideologías obreras: movimiento ludita, cartismo, socialismo utópico, anarquismo. Pero estas ideas no eran lo suficientemente fuertes para cambiar la sociedad.

Karl Marx (1818-1883)


Entonces surgieron Karl Marx y Friedrich Engels que crearon las doctrinas del Marxismo o Socialismo Científico, que proponía la destrucción de la propiedad privada para eliminar la sociedad de clases, para que esto se consiga deberá crearse una dictadura del proletariado y cuando ya no sea necesaria, el estado podrá desaparecer. Estas teorías alcanzaron bastante difusión y se crearon partidos políticos que seguían las doctrinas marxistas: Partido socialista obrero español (1879), Partido obrero francés (1882), Partido socialdemócrata alemán (1891), Partido socialdemócrata ruso (1896), etc.

Marx y Engels defendían la asociación obrera como instrumento para llegar al poder, creando en 1864 la Internacional que aceptaba a todas las ideas obreras y se llamaba así para destacar el sentimiento obrero por encima de los nacionalismos. Tras la Commune en 1871 y las disputas con los anarquistas que fueron expulsados en 1872, la I Internacional se desgasto y desapareció en 1876. En 1889 se creo la II Internacional que mantenía muchos de los principios básicos de la primera y fue formada únicamente por marxistas, pero con el comienzo de la primera guerra mundial 1914 esta fracaso y se disolvió, ya que el fervor nacionalista triunfo sobre los obreros, los cuales se olvidaron de su sentimiento internacionalista.

También surgieron los sindicatos a finales del siglo XIX pero sus progresos fueron lentos, a causa de la falta de instrucción de los obreros, lo cual les impedía organizarse convenientemente frente a la hostilidad de los empresarios y de los gobiernos burgueses. Los resultado de la lucha de los sindicatos fueron importantes. Poco a poco el obrero dejo de estar solo ante el patrono y consiguió mejoras laborales.


El primer estado comunista


Lenin (1870-1924)



Tras las penurias sufridas durante la primera guerra mundial los obreros rusos radicales, bolcheviques con su líder Lenin iniciaron una revolución en 1917 que culmino con la creación del primer estado comunista del mundo. Pero en 1918 la oposición zarista desencadeno en una larga y cruel guerra civil que los bolcheviques ganaron en 1921.

Tras la victoria se anexionaron todos los territorios de la antigua Rusia (que se independizaron durante la guerra civil) y se creo la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas, la URSS. La URSS era un estado federal que tenía un parlamento (Soviet Supremo) con dos cámaras: el Soviet de la Unión y el Soviet de las Nacionalidades. Estas asambleas transferían el poder a organismos más reducidos. Un solo partido, El PCUS, dominaba todos los organismos del poder en un sistema de totalitario justificado en las teoría de la dictadura del proletariado.

En 1919, Lenin fundo la III Internacional (Komintern) que tenia como objetivo promocionar la revolución comunista por todo el mundo. En todo el mundo se crearon partidos comunistas que se afiliaron a esta asociación.

En 1924 Lenin murió. Se disputaron su herencia Trotsky y Stalin que proponían dos políticas muy diferentes. El primero sostenía la exportación de la revolución y el segundo proponía la consolidación del comunismo en la URSS convirtiéndolo en una gran potencia que seria cuna de futuras revoluciones. Finalmente triunfo la tesis de Stalin convirtiéndose en 1927 en premier de la URSS.




Estalinismo y Guerra Fría


Stalin (1879-1953)



Tras este triunfo, Stalin implanto un régimen de dictadura personalista, en la cual la URSS se convirtió en una Superpotencia pero a costa de la implantación de un régimen de terror donde las purgas estaban a la orden del día.

La URSS se alió con la Alemania Nazi (1939) por intereses territoriales, pero los Nazis siguieron su expansión conquistando territorios soviéticos, entonces Stalin se alió con los Occidentales para eliminar la ideología nazi. En 1945 los soviéticos conquistaron Alemania acabando así con la amenaza nazi. Los occidentales y los soviéticos enfriaron sus relaciones creando un estado de tensión denominado Guerra Fría. La Unión Soviética implanto su ideología en el Este de Europa, creando así un bloque de países comunistas, que estaban enfrentados a los intereses occidentales. Entre 1945 y 1962 se vivieron momentos tensos que casi desencadenan en una nueva guerra, a partir de 1962 estos países llegaron a la distensión.

Durante la Guerra Fría la URSS cambio de premiers, en 1953 Stalin murió y Jruchev inicio la desestalinizacion y abrió un periodo de cambios, pero Jruchev no llego a morir en su cargo, Brejnev lo ocupo en 1964 y los cambios se paralizaron, sufriendo una gran crisis que llega a su punto mas extremo cuando este muere y hay varios cambios de premiers. Entonces Gorbachov accede al poder y lleva a cabo las reformas.



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Federico Engels



Por Lenin (Otoño de 1895. T. 2, págs. 1-13. Vladímir Ilich Uliánov (Lenin)

El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en una obra común. Y así, para comprender lo que Federico Engels ha hecho para el proletariado, es necesario comprender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx en pro del desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera con sus reivindicaciones surge necesariamente del sistema económico actual, que, con la burguesía, crea inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos bien intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por medio de la lucha de clase del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, la sucesión en el dominio y en las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar hasta que no desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clase consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.

Estos conceptos de Marx y de Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación.

Pero cuando los dos amigos, en la década de 1840, participaban en la literatura socialista y en los movimientos sociales de aquel tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y otros sin talento, muchos honrados y otros deshonestos, que, en el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Estos hombres ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba tan sólo convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo que triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de ajena época y, en general, los amigos de la clase obrera no veían en el proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la industria, crecía también esta llaga. Por eso todos ellos pensaban en el modo de detener el desarrollo de la industria y del proletariado, de parar "el carro de la historia". Contrariamente al temor general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de éste. Cuantos más proletarios haya tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto más próximo y posible será el socialismo. De expresar en pocas palabras los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera, podría decirse que enseñaron a la clase obrera a tener conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños por la ciencia.

He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos de todo obrero; he aquí el motivo de que insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos, un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.

Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, Engels, por motivos familiares, se vio obligado, antes de terminar el liceo, a colocarse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Siendo todavía alumno del liceo, Engels llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios gubernamentales. El estudio de la filosofía lo llevó aún más lejos. En aquella época, en la filosofía alemana predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba en calidad de profesor de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual en el mundo transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo, indujeron a los discípulos del profesor berlinés que no querían resignarse a la realidad a la idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante tiene sus raíces en la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo en el mundo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la enorme mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el desarrollo de la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres, el de las relaciones sociales. Marx y Engels, conservando la idea de Hegel del perpetuo proceso de desarrollo, rechazaron su preconcebida concepción idealista; analizando la vida real, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino, a la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia. Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocando el mundo y la humanidad desde el punto de vista materialista, vieron que, lo mismo que todos los fenómenos de la naturaleza tienen por base causas materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el desarrollo de las fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de las fuerzas productivas dependen las relaciones en que se colocan los hombres entre sí en el proceso de producción de los objetos indispensables para la satisfacción de las necesidades humanas. Y en dichas relaciones está la clave que permite explicar todos los fenómenos de a vida social, los anhelos del hombre, sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero vemos ahora también cómo este mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja de la propiedad a la mayoría de los hombres para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo e inculcar a esta fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en el centro de la industria inglesa, en Manchester, adonde se trasladó en 1842, como empleado de una firma comercial de la que su padre era uno de los accionistas. Allí Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por los barrios inmundos en los que se albergaban los obreros y comprobó con sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban. No conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como resultado de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba en qué consiste el mérito principal de Engels como autor de dicho libro. Es cierto que también con anterioridad a Engels -fueron muchos los que describieron los padecimientos del proletariado e indicaron la necesidad de ayudar a éste-, pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no sólo constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra lo impulsa inconteniblemente hacia adelante y lo obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo. Por otra parte el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales de la obra de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas aceptadas ahora por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente nuevas. Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de los cuadros más auténticos y patéticos en los que se mostraban las calamidades del proletariado inglés. Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra de Engels como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni después apareció una descripción tan brillante y veraz de las calamidades sufridas por la clase obrera.

Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en contacto con los militantes del movimiento obrero inglés existente en aquel entonces y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció a Marx, con quien ya mantenía correspondencia. Estando en París, Marx, bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia, también se hizo socialista. En la capital de Francia los dos amigos escribieron juntos su obra La sagrada familia o crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx y que apareció un año antes de La situación de la clase obrera en Inglaterra, contiene las bases del socialismo revolucionario-materialista, cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un nombre burlón dado a los filósofos hermanos Bauer y a sus secuaces. Estos señores predicaban una crítica que estaba por encima de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actuación práctica y sólo contemplaba "críticamente" el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado de masa carente de sentido crítico. Marx y Engels se enfrentaron enérgicamente con esta tendencia absurda y nociva. En nombre de la verdadera personalidad humana, la del obrero, pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, Marx y Engels exigían no la contemplación, sino la lucha por un orden social, mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza capaz de librar esta lucha, en la que estaba interesada, era el proletariado. Ya antes de la aparición de La sagrada familia, Engels había publicado en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la economía política, en el que analizaba desde el punto de vista socialista los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la dominación de la propiedad privada. Su relación con Engels contribuyó sin duda a que Marx se decidiera a ocuparse del estudio de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.

Desde 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades. Allí Engels y Marx se relacionaron con una asociación clandestina alemana, la "Liga de los Comunistas", que les encargó que expusiesen los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que vio la luz en el año 1848. Este pequeño libro vale por tomos enteros: su espíritu da vida y movimiento, hasta hoy día, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de la Europa Occidental, permitió a Marx y Engels regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta del Rin, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos constituían el alma de todas las tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ellos defendieron hasta la última posibilidad los intereses del pueblo y de la libertad contra las fuerzas reaccionarias. Como es sabido, las fuerzas reaccionarias vencieron, la Nueva Gaceta del Rin fue suspendida, y Marx, que mientras se hallaba en la emigración había sido privado de los derechos de súbdito prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, después de participar en la insurrección armada del pueblo y combatir en tres batallas en pro de la libertad, huyó a Londres, a través de Suiza, una vez derrotados los insurgentes.

A Londres vino a establecerse también Marx. Engels no tardó en colocarse de nuevo en la misma casa de comercio de Manchester, de la que había sido empleado en la década de 1840, Y más tarde se hizo socio suyo, Hasta 1870, Engels vivió en Manchester y Marx, en Londres, lo que no fue óbice para que siguieran en el más íntimo contacto espiritual, manteniendo correspondencia casi a diario. En esta correspondencia los dos amigos intercambiaban sus ideas y conocimientos, continuando la elaboración en común de la doctrina del socialismo científico. En I870, Engels se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron su vida intelectual conjunta, una vida llena de intensísimo trabajo. Su resultado fue, por parte de Marx, El Capital, la obra más grande sobre economía política de nuestro siglo, y, por parte de Engels, toda una serie de obras grandes y pequeñas. Marx trabajó en el análisis de los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels, en sus trabajos, escritos en un lenguaje muy ameno, muchas veces en forma de polémica, enfocó los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del pasado y del presente en el sentido de la concepción materialista de la historia y de la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de Engels citaremos: la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas más importantes de la filosofía, de las ciencias naturales y de la sociología); El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (traducida al ruso y editada en Petersburgo, 3a ed. de 1895); Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892); un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra), sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda y, finalmente, dos artículos, pequeños pero muy valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia, traducido al ruso por V. Zasúlich, Ginebra, 1894). Marx murió sin haber logrado dar definitivo remate a su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, esta obra estaba terminada en borrador, y Engels, después de la muerte de su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo y tercero de El Capital. En 1885 editó el segundo y en 1894 el tercer tomo (el cuarto tomo ya no alcanzó a redactarlo). Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austríaco Adler observó con razón que, con la edición del segundo y tercer tomos de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso en el que, involuntariamente, había grabado también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, dichos tomos de El Capital son obra de ambos, de Marx y de Engels. Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Engels siempre, y en general con toda justicia, se posponía a Marx. "Al lado de Marx -escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo- me correspondió el papel de segundo violín". Su cariño hacia Marx mientras éste vivió y su veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos. Engels, el luchador austero y pensador profundo, era hombre de una gran ternura. Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se dedicaron únicamente a la labor científica. Marx creó en 1864 la "Asociación Internacional de los Trabajadores", que dirigió durante todo un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de esta "Asociación Internacional" que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero, incluso después de haber sido disuelta dicha asociación, en la década de 1870, el papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase obrera no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía creciendo constantemente, porque el propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels, solo, siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían en busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas, a pesar de las persecuciones gubernamentales, iban constante y rápidamente en aumento, como los representantes de países atrasados, por ejemplo, españoles, rumanos, rusos, que se veían en el trance de meditar y medir con toda cautela sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.

Marx y Engels, que conocían la lengua rusa y leían libros en ruso, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Ambos eran ya demócratas antes de hacerse socialistas y tenían profundamente arraigado el sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política. Este sentimiento político innato, a la par que la profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles precisamente en el sentido político. Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios probados la simpatía más viva. Y a la inversa, era natural que el intento de volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos -la conquista de la libertad política-, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechoso e incluso fuese considerado por ellos como una traición a la gran causa de la revolución social. "La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo", nos enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar ciertos derechos políticos. Además, Marx y Engels vieron con toda claridad que la revolución política en Rusia tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de la Europa Occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, naturalmente, no hizo más que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Únicamente una Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a todos los elementos reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels, teniendo también en cuenta los intereses del movimiento obrero del Occidente, abogó calurosamente por la implantación de la libertad política en Rusia. Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.

¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!


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ADAN CHAPARRO
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Anticapitalismo ¿De qué va la copla?


No hace mucho tiempo que algunos amigos me achacan de ser demasiado don Óptimo en cuanto a la crisis y desprestigio del neoliberalismo. Los últimos datos parecen confirmar que dicha crisis, y su desprestigio son inclusos mayores…

Nos encontramos en una tesitura paradójica. Es posible que el prestigio del capitalismo se encuentre en uno de sus momentos más bajos. Su incapacidad es más evidente, afecta a cuestiones tan determinantes como la misma existencia de un mañana en el mundo que conocemos, y se manifiesta prácticamente en todos los terrenos, sin embargo, a pesar de la gravedad de lo que estamos viviendo, no existe un frente del rechazo del sistema capaz que sea capaz de dar pasos significados en la correlación de fuerzas…

Cuando se habla del reflujo que ha conocido el movimiento social en las últimas décadas, se suele argumentar que, al fin y al cabo, siempre han existido flujos y reflujos, y la argumentación se podía ilustrar con datos concretos. Por lo tanto eso es cierto. Pero no lo es menos que ahora partimos de una suma de derrotas más devastadoras que nunca. Quien no entienda esto no podrá entender todo lo demás.

Esa derrota marcó el final del siglo XX. Y no tuvo lugar –al menos no principalmente- por una contrarrevolución preventiva de la que el franquismo fue quizás el ejemplo histórico más aniquilador y prolongado. En el curso de los ochenta, la restauración burguesa armada con las teorías neoliberales comenzó un ciclo triunfante hasta tal extremo que su victoria llegó aparecer definitiva, y por más que esta secuencia ya ha iniciado su fase de declive, todavía estamos ahí.

Dicha victoria fue antes que nada una derrota de la izquierda tradicional. Así:

a) El sistema del "socialismo real" instaurado después de la II Guerra Mundial, se descompuso como un castillo de naipe. La URSS que había resistido el cerco imperialista e los años veinte (hasta 1929 las cancillerías siguieron con la hipótesis de una restauración armada), y que hacía conseguido derrotar la ocupación nazi con un coste humano sin precedente en la historia, vivió una revolución boca debajo de la que emergió una nueva clase capitalista que se había ido gestando desde principios de los años veinte.

b) Esta descomposición hizo que el mundo basculara hacia la unipolaridad, y que en el mismo batacazo fueran cayendo los partidos comunistas (como el francés o el italiano que habían hegemonizado la resistencia, o el PCE que había sido "el Partido" del antifranquismo), la veja socialdemocracia mudó de piel.

c) La crisis del nacionalismo tercermundista se manifestó con datos como la desnaturalización del sandinismo, y la conversión del ANC sudafricano en partido de gobierno que cambia las leyes pero que no toca un pelo la estructura social.

d) Por la misma descomposición tiene lugar la crisis del sindicalismo combativo, y su reconversión a la "norteamericana", o sea por la senda colaboracionista-instalada de la AFL-CIO.

e) Todo esto hace que se puede decir (como hizo Oscar Lafontaine), que el anticomunismo se hiciera mucho más fuerte que el anticapitalismo, y que por lo mismo, los valores dominantes del triunfal-capitalismo llegaran a instalarse entre la misma izquierda tradicional, hipotecada dentro del juego institucional…

f) Esto ha hecho que tanto la política como el sindicalismo estén ocupados por "profesionales integrados", y que hayan tenido que transcurrir varias generaciones para que comience a surgir una nueva franja militante…

Fuera de este ámbito en verdad totalitario el sistema había codificado el discurso de la "libertad" como lo contrario del socialismo, y no existe la menor duda que este discurso ha tenido una influencia extraordinaria entre las generaciones nacidas después del naufragio que se encontraban con el descrédito de una veja izquierda que había renunciado a sus ideales, y que ahora actuaba abiertamente como cómplice de un sistema al que había renunciado a cambiar…

Centenares de antiguos radicales buscaron su lugar al sol, y durante una larga travesía, los "resistencialistas" (los que persistían en su rechazo a pesar de que la realidad había cambiado), se encontraron rodeados por todas partes, asediados por conocidos de una lado u otro que le venían a decir, ¿pero tú todavía sigue con tus quimeras?. Esa ra la respuesta más habitual cuando el "resistencialista" trataba de hacer agitación en el trabajo o en relación a cuestiones tan reveladoras como el racismo con sus hileras de víctimas innombrables en el Estrecho.

Llegados aquí, la conclusión es simple. No habíamos vivido un reflejo como tantos otros, sino una derrota sin precedentes. Se habían descompuesto hasta los escalones más básicos. Antes, cuando se daba una agresión hacia las clases desposeídas, y un sector significado de los viejos sindicatos comenzaban a moverse. Así, antes del mayo del 68 se habló largo tiempo de las "huelgas salvajes". En Bélgica hubo una huelga general cuya chispa fue iniciada por una corriente sindicalista revolucionaria con el asesoramiento de un tal Ernest Mandel... Lo que vino después tuvo su punta de lanza en las universidades (donde el peso de los "aparatos" era mucho menor), y transcreció gracias una juventud obrera "contaminada" por la nueva izquierda, y que acabó reanimando a lo mejor del viejo movimiento obrero.

¿Qué ha cambiado en los últimos tiempos?

Es el comienzo del final del neoliberalismo. De momento ya han aparecido "alternativas" en América Latina: Venezuela, Bolivia, Ecuador…Se han desarrollado enormes movimientos de protestas. Entre la gente llana, cada vez está más claro que con pretexto de la "libertad" se está desmantelando lo que queda del "Estado social", y que las conquistas que tuvieron lugar en los sesenta-setenta están siendo cercenadas…Hoy resulta perfectamente factible hacer agitación capitalista en los lugares de trabajo, entre los amigos o la familia. Se está desarrollando un nuevo sentimiento crítico, y está surgiendo una nueva franja militante con conciencia de lo que está en juego, con una crítica al pasado inmediato, al porque y al como de las derrotas, y que está recuperando y ampliando el enorme caudal crítico de la tradición socialista que había conocido una impresionante puesta al día en lo sesenta-setenta…

Pero estamos todavía en los preludios. Los escenarios políticos y sindicales siguen estando ocupados por los funcionarios que ante todo temen perder sus propios privilegios, que no son pocos. Durante mucho tiempo, el sistema ha sabido perfeccionarse siguiendo las pautas yanquis: bipartidismo, la política y el sindicalismo como un negocio, pesebres mediáticos para conformistas reinsertados. Estos privilegios están comenzando a mostrarse como lo que son, una forma de corrupción.

Lo que hace poco más de un año parecían manifestaciones de impaciencia, comienza a mostrarse como realidades factibles. Pero este avance no podrá darse sobre las bases que antes nos llevaron al desastre, ni tan siquiera con la mera puesta al día de las grandes ideas. Habrá que dar nuevas respuestas a nuevos problemas. Eso será posible como lo fue antaño, con el trabajo de una fracción que tiene una apreciación elaborada y clara de o que ahora toca hacer…En este punto, la formación política en la medida en que se dan pasos, será fundamental…

Personalmente, creo que nadie representa mejor esta apuesta como Izquierda Anticapitalista. Pero eso es alo que no se proclama sino que se habla y discute con todos los amigos y amigas que desde el mismo tajo trata de dar un nuevo paso adelante.

Que nadie dude que lo estamos dando


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ADAN CHAPARRO
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Radicalmente Rosa - (Rosa Luxemburgo 1870-1919)


Rosa Luxemburgo, la más democrática de las revolucionarias, antimilitarista y feminista, censurada por los comunistas por sus críticas a Lenin, criticada por los socialistas por su radicalismo, enarbolada tanto por el régimen como por opositores en la ex rda : su pensamiento ha logrado sobrevivir a su muerte. "La libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensan diferente", su frase emblemática escrita desde la cárcel en junio de 1916, sigue siendo tan actual como polémica. Noventa años después de su asesinato, la figura de Rosa Luxemburgo es un icono que se resiste a ser estampado en una camiseta. ¿Quién fue esta mujer cuya sola evocación convoca multitudes y provoca discusiones?

En la noche del 15 de enero de 1919, un grupo de soldados de la tropa de asalto arresta en Berlín a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, dirigentes del recientemente fundado Partido Comunista alemán. Ella, menuda y pequeña, no mide más de un metro y medio de estatura, tiene el pelo gris, está demacrada. Un defecto congénito en una pierna la discapacitó físicamente para toda su vida. Cojea. Pero los jóvenes militares en vez de llevar a los detenidos a la cárcel, los trasladan al Hotel Edén, en las cercanías del Jardín Zoológico y del Parque Tiergarten, y luego de torturarlos y golpearlos hasta la inconciencia, los arrastran moribundos, los cargan en un automóvil y les descerrajan un tiro a quemarropa. Poco después la mujer es arrojada a las aguas del Landwehrkanal, posiblemente todavía con vida. A Karl Liebknecht lo tiran al Neuen See, unos cien metros más allá.

Un zapato de Rosa queda en el camino como símbolo de esa barbarie.

Es probable que aquel enero de 1919 haya sido tan frío como este invierno, y que las aguas del Landwehrkanal y el Neuen See tuviesen una capa de hielo en su superficie; entonces al solo choque de los cuerpos se habrá astillado en mil pedazos como un cristal. Cuando los restos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron recuperados varios meses más tarde, en mayo de 1919, una multitud los acompañó hasta su sepultura y nació un culto. Cada año, el segundo domingo de enero, tanto en el este como en el oeste de Berlín, se suceden homenajes, rituales, disputas. Se reeditan sus libros, se reescribe su biografía y su vida inspira obras de teatro y películas. Rosa Luxemburgo se mantiene indeleble al paso del tiempo. Es más, se radicaliza con los años.

¿Quién fue verdaderamente Rosa Luxemburgo? Dietmar Dath, alemán nacido en 1970, y el más joven de sus biógrafos, cuyo libro se publica en esta primavera europea, replica:

Rosa Luxemburgo no era de ninguna manera ese cliché de ángel pacifista con que la identifica cierta izquierda. Era capaz de burlarse increíblemente de sus adversarios, poniéndolos en ridículo con su réplica atroz, una inteligencia verbal superior, un sentido del humor y una ironía a toda prueba. ¡Cómo se extraña esa capacidad en las discusiones actuales! Era una convencida de que el trabajo intelectual debía relacionar la teoría con la práctica. Para ella no existía ninguna doctrina inamovible, sino un maravilloso equilibrio entre lo que ocurría en la calle, aquello que movilizaba a la gente, y un programa político a largo plazo. Y su lengua era temible.

Por eso, para sus simpatizantes era la "divina", mientras sus opositores la odiaban por la misma razón. En su último artículo, casi un testamento, los desafiaba. "El orden reina en Berlín...pobres imbéciles. El orden de ustedes está construido sobre la arena. Mañana la revolución volverá a levantarse y tronará con sus trompetas: yo fui, soy y seré."

Rosa Luxemburgo nació el 5 de marzo de 1871 en el seno de la familia de un comerciante maderero judío en un pequeño poblado de Polonia. Creció en Varsovia, y apenas egresada del colegio secundario a sus dieciocho años, sus inclinaciones izquierdistas amenazaban con llevarla a la cárcel. Entonces emigró a Suiza donde estudió economía y derecho. En 1893 participó en la fundación del Partido Socialista polaco y se vio implicada en una insurrección contra la ocupación soviética (sic). Fue arrestada y condenada a ocho meses de prisión. Se casó por primera vez con un socialista alemán para acceder a la nacionalidad, y en 1898 llegó a Berlín, donde escribió: "Aquí los prusianos caminan por la calle como si se hubieran tragado su bastón."

En 1914 se opuso a la participación de Alemania en la primera guerra, pero el Partido Socialista –al que pertenecía– votó en el parlamento a favor de la intervención armada. Poco después abandonó las filas partidarias junto a Karl Liebknecht, Clara Zetkin y otros disidentes.

Justo a la salida de la estación del Metro, en un costado de la espléndida y flamante Potsdamer Platz de Berlín, un cubo de cemento de unos dos metros de altura y oscurecido por los años rememora el lugar donde Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo –infructuosamente– llamaron al pueblo alemán a negarse a participar en la guerra. Es la base de un monumento que la ex rda alguna vez prometió levantar y nunca cumplió.

Poco después Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fundaron el grupo Espartaco, en memoria del esclavo y gladiador tracio que supo poner en jaque a Roma entre los años 71 y 73 aC. Rosa fue nuevamente arrestada por sus arengas antimilitaristas y antibelicistas, y condenada a prisión, esta vez por dos años y medio, desde julio de 1916 hasta noviembre de 1918. Entretanto, como era usual entonces, en ese mundo sin teléfonos ni computadoras, las cosas se revelaban y agitaban por correspondencia.

Cartas sacadas clandestinamente desde la cárcel por su fiel amiga y secretaria Mathilde Jacob. Cartas donde Rosa criticaba el autoritarismo del camarada Lenin, al mismo tiempo que pedía a Mathilde el cuidado de sus plantas, discurría sobre música y poesía, o enviaba mensajes cifrados a Leo Jogiches, su compañero y segundo esposo. También llevaba un calendario, el registro de sus días y noches de cautiverio, el primer mirlo anunciando la primavera, el último cuervo del invierno, los sonidos del afuera, la luz, la oscuridad, la nieve, la lluvia o el rayo de sol. Y el deterioro de su salud. Sus cartas desde la cárcel son literatura, documento histórico y novela de suspenso a la vez.

A esa época pertenecen también aquellos artículos que escribió bajo el seudónimo de Junius, publicados ilegalmente. Entre ellos, el titulado "La Revolución Rusa", de junio de 1916, donde Rosa Luxemburgo la criticaba ampliamente, y con lúcida anticipación advertía del peligro de que se desarrollase una dictadura según el criterio bolchevique. La desautorización de Lenin no se hizo esperar: la trató de "águila con vuelo de gallina".

En octubre de 1917 triunfó la revolución en Rusia y los bolcheviques tomaron el poder. La guerra en Europa se acercaba a su fin y Alemania estaba al borde de la bancarrota. El 9 de noviembre de 1918 estalló la revolución en Berlín, el miedo tomó cuerpo, renunció el canciller imperial, el emperador Guillermo ii abdicó y nació la República de Weimar con el socialista Friedrich Ebert a la cabeza. El 31 de diciembre de 1918, la agrupación Espartaco se transformó en el Partido Comunista alemán, dispuesto a instaurar el socialismo en el país tan pronto como fuera posible. Pero la insurrección fracasó y sus dirigentes, comenzando por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fueron asesinados.

Nunca se llegó a aclarar el hecho en su totalidad, y Waldemar Pabst, el entonces joven oficial de guardia de caballería prusiana, quien dio la orden de arresto, murió en su cama a los noventa años en Düsseldorf, después de haber ejercido con éxito el comercio de armas, haber colaborado con el régimen nazi y sin haber sido acusado jamás por el destino de Rosa y los revolucionarios de 1919.

Rosa Luxemburgo es la desconocida más conocida de Alemania, se dice. No hay prácticamente nadie en este país que no haya oído su nombre por lo menos una vez. Y aunque pocos conocen a fondo su pensamiento, su asesinato la convirtió en figura emblemática a uno y otro lado de la ideología, en manos de notables y gente de a pie. Su famosa frase "La libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensan diferente", fue emblema de los opositores en la ex rda para diferenciarse de los panegíricos con que la cúpula del régimen momificaba a Rosa Luxemburgo.

Y cada año, clavel rojo en mano, miles y miles se movilizan en torno a su monumento, en el cementerio socialista de lo que era el sector oriental de la ciudad. En este xc aniversario sumaron ochenta mil. Llegaron de todas partes a venerarla, cual virgen socialista. Su tenaz oposición a la guerra y su lucha por la justicia social siguen teniendo un carácter ejemplar.

Su legado no ha tenido, sin embargo, un devenir apacible, ni siquiera entre sus propias filas. Lenin trató de suavizar la disputa donde la define como gallina; Stalin la acusó de centrista, y seguramente, si no la hubieran matado en 1919, él se habría encargado de hacerlo más tarde.

Trotsky la reivindicó como inspiradora de la revolución permanente, y aún hoy, cuando los dirigentes de La Izquierda , el partido más joven de la Alemania unificada, fundado en 2007, quieren deslizar una irónica crítica a la diputada Sahra Wagenknecht, de gran capacidad de réplica y oratoria, murmuran: "Sólo le falta cojear para ser como Rosa."

La radicalidad del pensamiento de Rosa Luxemburgo resiste a la inmovilidad del mármol, atributo de los héroes. El primer monumento que se destinó a su memoria fue diseñado nada menos que por Mies van der Rohe en 1926, y por encargo de la socialdemocracia gobernante, es decir, por quienes indirectamente eran acusados de no haber impedido su asesinato.

Van der Rohe, identificado con el movimiento Bauhaus y lejano a contiendas políticas, declaró que para él se trataba de un homenaje artístico a las víctimas. En 1933 los nazis se encargaron de hacer tabula rasa, destruyendo el mausoleo y reuniendo a comunistas y socialistas en los mismos campos de exterminio.

Una barra de hierro, mitad sumergida en el agua, mitad erguida en el aire, talla el nombre de Rosa Luxemburgo en el monumento a su memoria en el Parque Tiergarten y a orillas del Landwehrkanal, en el lugar donde su cuerpo fuera arrojado a las aguas. Algo más allá, en la ribera del Neuen See, una escultura que semeja una columna en construcción, recuerda a Karl Liebknecht. Ambos monumentos fueron erigidos en 1987 en lo que entonces era el sector occidental de la ciudad y –vale decirlo– durante el gobierno de la democracia cristiana.

El nuevo monumento para Rosa en pleno centro de Berlín, una estatua de bronce de tamaño natural, concebida por el escultor Rolf Biebl, fue instalado en 1999 cerca de la plaza que lleva su nombre y de la Casa Karl Liebknecht, sede del Partido Comunista desde 1926. Pero esto generó más de una bronca entre las corrientes políticas de la izquierda y fue desterrado de allí por varios años. Recién hace unas semanas ha sido restituido a su lugar de origen.

En 1986 la cineasta Margaret von Trotta filmó la historia de Rosa Luxemburgo con Barbara Sukowa en el papel de Rosa, y Otto Sanders como Karl Liebknecht, y recientemente el elenco teatral Grips puso en escena el musical Rosa, con proletarios en vestidos de tweed bajo el leitmotiv "Soy un ser humano, no soy un símbolo."

Al tradicional Congreso, que se organiza cada año en su memoria, asistieron esta vez alrededor de dos mil participantes; gente joven, estudiantes y mujeres que cultivan el look Rosa, con melenas recogidas en rodetes, faldas y botines de corto tacón ajustados al tobillo.

Voces de miradas diferentes reunidas en torno al pensamiento dinámico de esta radical contemporánea, convencida tanto del valor de la espontaneidad como de la organización de la multitud, amante apasionada, intolerable para todo dogma y ortodoxia. Imposible de resumir en un logo.


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"Las palabras", Mario Benedetti (en memoria)


"No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
si usted habla de progreso
nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrás

si está contra la violencia
pero nos apunta bien
si la violencia va y vuelve
no se me queje después

si usted pide garantías
sólo para su corral
mire que el pueblo conoce
lo que hay que garantizar

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si habla de paz pero tiene
costumbre de torturar
mire que hay para ese vicio
una cura radical

si escribe reforma agraria
pero sólo en el papel
mire que si el pueblo avanza
la tierra viene con él

si está entregando el país
y habla de soberanía
quién va a dudar que usted es
soberana porquería

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución".


Mario Benedetti

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La ciencia de "El Manifiesto"





En una reunión informal de biólogos moleculares y físicos nucleares surgió la peregrina cuestión de cuáles habían sido los diez libros científicos más importantes de la historia. Todos estuvimos más o menos de acuerdo en una lista de nueve libros que podían considerarse pilares de la ciencia. No los enumero porque el lector seguramente adivinará cuáles son. El asunto se caldeó cuando alguien propuso La interpretación de los sueños de Freud. Las opiniones sobre ese libro, ya animadas por la cerveza, iban desde tildarlo de conjunto de paparruchas hasta situarlo entre los primeros del ranking. Un físico, al que el alcohol pone melancólico, provocó el silencio al musitar El manifiesto comunista de Marx y Engels. El silencio duró bastante presagiando un animado debate. Cuando se desató, más que animado fue incendiario. La conclusión fue que, efectivamente, aquel opúsculo, que no había sido más que una proclama encargada por la Liga de los Comunistas a dos jóvenes gacetilleros (hasta que el gobierno la prohibió, su principal medio de comunicación había sido La Gaceta Renana), se podía considerar no sólo un libro científico sino de los que más influyeron en el devenir de la humanidad.

El Manifest der Kommunistischen partei apareció en 1848 y sus autores eran un revolucionario ateo descendiente de rabinos, Karl Marx; el hijo de una acaudalada familia de industriales, Friedrich Engels; y, aunque nunca figurara como autora por razones seguramente de tradición, o sea, por machismo, Jenny von Westphalen, esposa de Marx y hermana, nada menos, que del ministro del Interior prusiano. La edad de los tres apenas frisaba la treintena. La obra se tradujo inmediatamente a los principales idiomas europeos y varias de sus frases se hicieron célebres muy pronto: "Un fantasma recorre Europa…", "¡Proletarios de todos los países uníos!", etc. A pesar de que estas soflamas pudieran banalizar su supuesto carácter científico, las críticas filosófica, política y de la economía política que contiene El Manifiesto lo convierten en una obra maestra de las ciencias sociales. Y sus consecuencias, entre esperanzadoras y terribles a escala mundial, demuestran que los autores hurgaron con acierto en lo más recóndito del alma humana, de la historia y de la evolución social.

Invito al lector a adivinar los nueve libros de ciencia que elegimos aquellos amigos y a que considere si la inclusión de El Manifiesto fue producto de la razón o de los sueños bañados en cerveza de nostálgicos izquierdistas.


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Las contradicciones del capitalismo y la crisis económica


En el número anterior vimos como la actual crisis económica mundial confirmaba las definiciones centrales del Manifiesto Comunista. Siguiendo con el mismo tema, en este número veremos cómo explica Engels las contradicciones internas del sistema capitalista y como éstas se relacionan con la ley más general que da Marx para explicar las crisis.

La producción social y la apropiación individual

En su libro Del Socialismo utópico al Científico, Engels dice: "En la Edad Media, no podía surgir el problema de a quién debían pertenecer los productos del trabajo. El productor individual los creaba, por lo común, con materias primas de su propiedad (.) No necesitaba, por tanto, apropiárselos, pues ya eran suyos por el mero hecho de producirlos. La propiedad de los productos se basaba, pues, en el trabajo personal (.) Pero [con el capitalismo] viene la concentración de los medios de producción en grandes talleres y manufacturas, su transformación en medios de producción realmente sociales. (.) los productos, creados ahora socialmente, no pasaban a ser propiedad de aquellos que habían puesto realmente en marcha los medios de producción y que eran sus verdaderos creadores, sino del capitalista. (.)La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta como antagonismo entre el proletariado y la burguesía".

Eso es lo que hace imposible las buenas relaciones entre los trabajadores y la patronal y lo que explica que no podemos conseguir la menor mejora si no es con la lucha. Pero Engels no termina su análisis ahí, sino que muestra que las contradicciones del capital no sólo se manifiestan en las relaciones entre el capitalista con sus trabajadores, sino también en su relación con los otros capitalistas.

Organización de la producción dentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en el seno de toda la sociedad

En la Edad Media, el artesano tomaba en sus manos la totalidad de la producción. Por ejemplo para producir un traje, él cortaba, cosía, etc. Con el capitalismo se dio un gran avance en la productividad al juntar a varios trabajadores en un mismo taller y realizar una estricta división del trabajo entre ellos. Así unos cortan, otros cosen. Y eso se incrementó con la aparición de la gran maquinaria y la instalación de las grandes fábricas.

Pero esa organización dentro de la fábrica se contrapone con la anarquía de la producción a nivel de la sociedad. ¿Qué significa esto? Que en la sociedad capitalista no se planifica la producción de acuerdo a lo que necesita la población. Cada capitalista produce lo que quiere, lo que opina que le dará más ganancia. Si lo que da más ganancia es producir autos, salen una gran cantidad de burgueses a fabricarlos y lo mismo pasa con los diferentes productos.

La consecuencia es que se establece una gran competencia entre ellos. "Lo mismo entre los capitalistas individuales que entre industrias y países enteros, la posesión de las condiciones -naturales o artificialmente creadas- de la producción, decide la lucha por la existencia. El que sucumbe es arrollado sin piedad. (.) La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta ahora como antagonismo entre la organización de la producción dentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en el seno de toda la sociedad".1 Y en esa competencia intercapitalista está la base que explica las grandes crisis económicas, como la que hoy se está desarrollando.

La tendencia decreciente de la tasa de ganancia

La competencia entre capitalistas hace que se vean obligados al aumento permanente de su tecnología para producir más barato y ganarle de mano al otro capitalista que produce el mismo producto. Estudiando esa tendencia de aumentar cada vez más el grado de tecnificación, Marx descubrió una ley infernal del capitalismo que dice: al aumentar el grado de tecnificación, aunque inicialmente las ganancias aumentan, llega un punto en que la tasa de ganancia deja de subir y luego tiende a caer. Es decir que lo que gana el capitalista en relación a los que invierte (tasa de ganancia) tiende a disminuir, con el aumento tecnológico. Si al comienzo, invirtiendo 100 ganaba 50, a lo largo del tiempo va a ganar, 40, después 30, etc.

¿Por qué pasa esto? Se puede dar una explicación matemática. Marx analiza que el capital invertido en la producción (C) se divide en dos: capital constante (c), destinado a comprar materias primas, máquinas, nuevas tecnologías, energía, y el capital variable (v), destinado a pagar los salarios. La tasa de ganancia (Tg) es la relación entre ganancia (plusvalía) y el capital total que se invierte. Matemáticamente se expresa dividiendo a la plusvalía (lo que se le roba al trabajador) por el capital total invertido (Tg= p/c+v). Como se puede ver, con el aumento de la tecnificación, aumenta el capital constante (c) y baja la tasa de ganancia(Tg).

Hay otra explicación que toca un problema económico muy profundo. Con la mejora de la tecnología se pueden producir cada vez más mercancías y más baratas. Y si esto se sigue desarrollando, cada vez se necesitaría una menor fracción de trabajo humano. Eso podría ser algo maravilloso, pero el sistema capitalista lo vuelve en contra de la humanidad. Para ellos, la producción es sólo un medio para obtener ganancias. Por eso usan el vance tecnológico, no para que os obreros trabajen menos, sino ara disminuir la cantidad de trabajadores.

Con esa "modernización", al principio anan más, pero a la larga, so se les vuelve en contra, porque cada vez gastan más en máquinas y menos en lo único que crea riqueza: la fuerza de trabajo humano. Así, poco a poco, va disminuyendo lo que ganan en relación a lo que invierten.

Qué son y cómo se originan la crisis

La economía entra en crisis cuando el proceso normal de producción se comienza a trabar. En el capitalismo eso se manifiesta en la disminución de la mano de obra y de los instrumentos utilizados y en una superabundancia de productos. Por eso se habla de "crisis de sobreproducción" en un mundo de hambrientos. ¿Por qué se originan? Porque los capitalistas, para compensar la caída de la tasa de ganancia, comienzan a sacar su dinero de la producción, para meterlo en la especulación.

Ese es el origen de las famosas "burbujas", que a la larga explotan. Por eso es falso que la actual crisis sea sólo financiera, de los bancos y que comenzó recién ahora. La caída de la tasa de ganancia se comenzó a manifestar a partir del 2006. A partir de ahí, se construyen en Europa y EEUU gran cantidad de casas por encima de la capacidad de venta. Se fomentaron créditos para que la gente compre. Crecieron los endeudamientos y llegó un momento en que la gente no pudo pagar y vino el derrumbe, el estallido de la "burbuja inmobiliaria".

Y la sobreproducción se expresa con claridad, tal es así que en algunos países europeos, al que compra una casa le regalan otra. Pero todo comenzó en lo que ellos llaman "la economía real", con la disminución de la tasa de ganancia en la producción.

Por eso decimos que estas crisis muestran que: "del mismo modo que en su tiempo la manufactura y la artesanía, que seguía desarrollándose bajo su influencia, chocaron con las trabas feudales de los gremios2, hoy la gran industria, al llegar a un nivel de desarrollo más alto, no cabe ya dentro del estrecho marco en que la tiene cohibida el modo capitalista de producción"3.

Es decir, el capitalismo debe ser reemplazado por otro tipo de sociedad. La sociedad socialista, donde no haya anarquía de la producción ni competencia, sino planificación al servicio de las necesidades de la humanidad. En esa nueva sociedad, podríamos aprovechar el avance tecnológico para garantizar toda la producción mundial con sólo 2 horas de trabajo. El resto del tiempo lo podríamos dedicar a estar con la familia, a hacer deportes, a estudiar, a realizar actividades artísticas. Y eso se traduciría en grandes avances científicos y culturales de toda la humanidad.

Pero ese reemplazo no se hará espontáneamente. El capitalismo, por más crisis que tenga, no morirá por si sólo. Tenemos que darle el golpe de gracia. Es necesaria la expropiación de la burguesía para poder construir la nueva sociedad.

No hay tarea más importante que aprovechar estas crisis para avanzar en la construcción de la dirección revolucionaria que encamine nuestras luchas hacia ese objetivo. Desde el FOS y desde la LIT-CI, te invitamos a sumarte a esa tarea.

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El marxismo a examen



Hace poco, una noticia de prensa decía que las ventas del Manifiesto Comunista se han multiplicado un 900% desde el comienzo de la actual crisis del capitalismo. Desde hace meses leemos comentarios sobre la "venganza de Marx", "vuelta de Marx", "resurrección del marxismo", etc., a raíz del desplome económico mundial hacia una crisis de acumulación que será, si se profundiza, cualitativamente superior a las anteriores crisis sistémicas. Dejando de lado el componente sensacionalista de algunas de esas afirmaciones, también el hecho de que otras provienen de quienes hasta hace poco daban fe del "fracaso del marxismo", lo cierto es que para comprender qué está sucediendo en el mundo hay que recurrir al método marxista. No hay otra alternativa. Pero esto es sólo una parte del problema, y la menos importante porque la otra, la decisiva, es saber cómo impedir que la humanidad trabajadora pague los costos de la hecatombe, cómo lograr que el imperialismo no salga feliz, sonriente e impune, de la catástrofe que únicamente él está generando.


No basta con decir que "Marx tenía razón", que pese a que no se han cumplido algunas de sus "profecías", su tesis básica sobre la irracionalidad del capitalismo vuelve a demostrarse cierta. Estas y otras frases tópicas, repetidas mecánicamente, además de carecer de rigor no llegan a la raíz del problema que no es otro que, en estos momentos, el hecho de que el marxismo de nuevo se enfrenta a un examen especial. Por cuanto que es la praxis de la revolución comunista, el marxismo está sometido a examen en todo momento, de forma permanente, sin respiro ni tregua. No puede ser de otro modo, y es bueno e inevitable que sea así. Se trata del dictado de lo que Lenin definió como "el criterio de la práctica", que consiste en que, al final, es la materialidad de los hechos históricos la que decide sobre la corrección teórica. Y aunque los hechos históricos son interpretados de formas opuestas dependiendo de las subjetividades e intereses socialmente antagónicos, no es menos cierto que, al final, lo material e inmaterial termina girando alrededor de algo tan inhumano como es la explotación de la fuerza de trabajo en cualquiera de sus formas por una minoría propietaria de las fuerzas productivas.

Esta visión científico-crítica de la historia, es decir, la objetividad de la explotación, opresión y dominación al margen de la capacidad de comprenderlo que tengan de los sujetos que las sufren, es la que otorga al marxismo su originalidad y superioridad cualitativa con respecto a la ideología burguesa. Sin embargo, constatarlo no deja de ser un consuelo vano si no se avanza un paso más, el de saber que al contrario de la ideología burguesa, de la sociología por ejemplo, la teoría marxista está sujeta a varios tipos de exámenes según la gravedad de los problemas que quiere transformar. Por ejemplo, nadie niega la existencia de crisis menores, parciales, de corta duración, meramente industriales, o financieras, o de consumo, aunque se les denomina de otra forma para no concederle a Marx ningún atisbo de razón. Por ejemplo, para escabullirse de la teoría del plusvalor y de la plusvalía, el burgués divaga sobre el "valor añadido", y para huir de la ley tendencial de la caída de la tasa media de beneficio, habla de "caída de la rentabilidad", "recesión" y hasta "depresión"; y para no citar la ley de concentración y centralización de capitales, farfulla sobre "deslocalización y fusiones empresariales", y así en todo. Exámenes puntuales de este tipo los superó el marxismo desde su origen, y tenemos la demostración en las vergüenzas sonrojadas de los keynesianos sinceros.

La fuerza del marxismo radica en los exámenes prácticos decisivos, en impedir que la burguesía haga de la crisis una autodepuración, una expurgación del capitalismo que abra otra fase expansiva a costa de represiones y crímenes sin par y de enormes destrucciones de fuerzas productivas. La burguesía lo ha logrado otras veces destrozando sin piedad a las clases y pueblos trabajadores con el terrorismo contrarrevolucionario, fascista y militarista. Aun así, aprendiendo de estas derrotas, el marxismo ha demostrado en menos de dos siglos una muy superior capacidad resolutiva comparada con lo poco que ha demostrado la burguesía tras más de cuatro siglos. Lo que ahora está en juego no es tanto una confirmación teórico-abstracta del marxismo, sino la demostración de que las izquierdas podemos orientar el creciente malestar popular hacia el socialismo, avanzar en el debilitamiento estructural de la dictadura del salario y de la mercancía, en el aumento del contrapoder popular hasta llegar a situaciones de poder obrero capaces de detener el avance del caos y reorientar la historia hacia la emancipación humana. El capitalismo actual es un volcán, un polvorín con más fuerzas destructivas que nunca antes, con sus contradicciones estructurales tensionadas hasta grados inimaginables hace un siglo y medio, cuando se escribió ese Manifiesto Comunista que ahora se estudia con avidez casi desesperada. El examen consiste en impedir que este monstruo irracional siga lanzado hacia el caos generalizado. No será nunca el "examen final", a no ser que estalle un holocausto nuclear, sí puede certificar el paso de la humanidad de una fase a otra de su historia.

Para las naciones oprimidas, esta visión aporta una base teórica y práctica imprescindible ya que recalca el papel del pueblo trabajador y de la independencia nacional organizada en Estado. Una característica del marxismo es la dialéctica entre conciencia revolucionaria e independencia política de las clases explotadas, es decir, la reafirmación del poder colectivo como único garante de la socialización de las fuerzas productivas. Toda la experiencia histórica acumulada hasta ahora, es decir, el "criterio de la práctica", enseña que la opresión nacional es uno de los métodos más efectivos de enriquecimiento de la burguesía, en primer lugar de la invasora y ocupante, y luego de la autóctona y colaboracionista. Ninguna de las dos está dispuesta, por tanto, a reducir sus beneficios cediendo a las justas demandas populares, y ambas se aferran al Estado ocupante, muy especialmente en los contextos de crisis como el actual. Frente a esta realidad, los pueblos oprimidos no tienen, no tenemos, otra opción que avanzar en nuestra independencia nacional, en la creación de un Estado propio que nos sirva, entre otras cosas, para establecer alianzas internacionalistas con otros pueblos soberanos, para decidir nuestro futuro en base a criterios humanos y sociales, que no mercantiles y egoístas. La actual crisis está confirmando la tendencia a la autoorganización de los pueblos en sí mismos y entre ellos, y en contra del imperialismo pese a su extrema ferocidad criminal. ¿Aprobaremos el examen? De cualquier modo, intentaremos tomar el cielo por asalto, una y otra vez, hasta lograrlo.



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ADAN CHAPARRO
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El pueblo elegido por dios


Israel ya es historia. Ya no reconocemos al estado de Israel. No hay vuelta atrás. El estado de Israel ha violado el reconocimiento mundial y no conseguirá la paz hasta que deponga las armas. El estado de Israel, en su forma actual es historia.

No hay vuelta atrás. Es hora de aprender una nueva lección: Ya no reconocemos el estado de Israel. No pudimos reconocer el régimen de apartheid de Sudáfrica, ni reconocimos tampoco el régimen afgano de los Talibán. También hubo muchos que no reconocieron el Irak de Saddam Hussein o las limpiezas étnicas de los serbios. Tenemos que hacernos a la idea: El estado de Israel en su forma actual es historia.
No creemos en la idea de un pueblo elegido por dios. Nos reímos de la arbitrariedad de este pueblo y lloramos sus fechorías. Actuar como el pueblo elegido por dios no solamente es estúpido y arrogante, pero también es un crimen contra la humanidad. Lo llamamos racismo.

Límites a la tolerancia

Hay límites a nuestra paciencia, y hay límites a nuestra tolerancia. No creemos en promesas divinas como justificación para la ocupación y el apartheid. Hemos dejado la edad media atrás. Nos reímos con intranquilidad de aquellos que aún creen que el dios de la flora, fauna y las galaxias ha escogido a un pueblo en particular como su favorito y les ha dado tablas de piedra ridículas, arbustos ardiendo y licencia para matar.
Llamamos a los asesinos de bebés "asesinos de bebés" y nunca aceptaremos que gente así tenga un mandato divino o histórico para excusar sus atrocidades. Simplemente decimos: Vergüenza sobre todo apartheid, vergüenza sobre las limpiezas étnicas y vergüenza sobre cada ataque terrorista que golpee a los civiles, lo ejecute Hamas, Hezbollah o el estado de Israel!

El arte de la guerra sin escrúpulos

Reconocemos y prestamos atención al la profunda responsabilidad de Europa en la situación apremiante de los judíos, en el vergonzoso acosamiento, en los pogromos y en el Holocausto. Era históricamente y moralmente necesario para los Judíos tener su propia patria. No obstante, el estado de Israel, con su arte de la guerra sin escrúpulos y sus repugnantes armas, ha masacrado su propia legitimidad. Ha quebrado sistemáticamente la legalidad internacional, convenciones internacionales e incontables resoluciones de la ONU y ya no puede esperar protección de las mismas. Ha bombardeado por saturación el reconocimiento mundial. ¡Pero no temaís!. La tribulación pronto terminará. El estado de Israel ha visto su Soweto.

Ahora estamos marcando un hito. No hay vuelta atrás. El estado de Israel ha violado el reconocimiento mundial y no tendrá paz hasta que deponga sus armas.

Sin defensas, sin piel

Que el espíritu y la palabra rompan los muros del apartheid israelí. El estado de Israel no existe. Ahora está sin defensas, sin piel. Que el mundo por tanto tenga piedad de la población civil; pues nuestras profecías de perdición no están dirigidas a los individuos civiles.
Deseamos a la gente de Israel el bien, nada más que el bienestar, pero nos debemos de reservar el derecho de no comer naranjas de Jaffa mientras que sean nauseabundas y venenosas. Se pudo sobrevivir algunos años sin comer las uvas azules del apartheid.
Celebran sus triunfos
No creemos que Israel lamente más los cuarenta niños libaneses asesinados que los cuarenta años pasados en el desierto hace tres mil años. Tomamos nota de que muchos israelíes celebran esos triunfos de la misma manera que una vez aclamó las plagas del señor como "castigo adecuado" para la gente de Egipto. (En esta historia, el Señor Dios de Israel aparece como un sádico insaciable.) Nos preguntamos si la mayoría de Israelíes piensa que la vida de un Israelí vale más que cuarenta vidas palestinas o libanesas.

Pues hemos visto imagines de pequeñas niñas israelíes escribiendo odiosos saludos en las bombas a punto de ser lanzadas sobre las poblaciones civiles de Líbano y Palestina. Las pequeñas niñas israelíes no son lindas cuando se pavonean con regocijo sobre la muerte y el tormento del otro lado del frente.

La retribución de la venganza de sangre

No reconocemos la retórica del estado de Israel. No reconocemos la espiral de retribución y violencia que proviene de "ojo por ojo y diente por diente". No reconocemos el principio de diez o mil ojos árabes por un ojo israelí. No reconocemos el castigo colectivo o la disminución de población como arma política. Han pasado dos mil años desde que un rabino israelí criticó la vieja doctrina de "ojo por ojo y diente por diente".
El dijo "haz a otros lo que te gustaría que te hicieran a ti". No reconocemos un estado cimentado en principios anti humanísticos y en las ruinas de una religión arcaica, nacionalista y belicosa. O, como Albert Schweitzer lo expresó: "Humanitarismo nunca consiste en sacrificar un ser humano por una causa".
Compasión y perdón
No reconocemos el antiguo reino de David como modelo para un mapa del Oriente Medio del siglo 21. El rabino judío revindicó hace dos mil años que el reino de Dios no es una restauración marcial del reino de David; el reino de Dios está entre nosotros y con nosotros. El reino de Dios es compasión y perdón.
Dos mil años han pasado desde que el rabino judío desarmó y a grandes trazas humanizó la vieja retórica de la guerra. Incluso en su época los primeros terroristas Sionistas estaban actuando.

Israel no escucha

Durante dos mil años hemos ensayado el programa de estudios del humanismo, pero Israel no escucha. No fue el Fariseo el que ayudó al hombre tirado al lado del camino que había caído presa de los bandidos. Fue un Samaritano; hoy diríamos un Palestino. Somos humanos antes que nada ? luego cristianos, musulmanes o judíos. O como dijo el rabino judío: "Y si solamente saludas a tus hermanos, ¿qué más haces que los demás?". No aceptamos el secuestro de soldados. Pero tampoco aceptamos la deportación de poblaciones enteras o el rapto de parlamentarios elegidos legalmente y de ministros del gobierno.

Reconocemos el estado de Israel de 1948, pero no el de 1967. Es el estado de Israel el que no reconoce o respeta el estado internacionalmente legal de Israel de 1948. Israel quiere más ? más agua y más pueblos. Para obtener esto están aquellos que quieren, con la asistencia de Dios, una solución final al problema palestino. 'Los palestinos tienen tantos países más', han argumentado ciertos políticos israelíes; nosotros solamente tenemos uno.

¿EEUU. o el mundo?

O como el mayor protector del estado de Israel lo expresa: "Que Dios continúe bendiciendo América". Una pequeña niña se dio cuenta de esto. Se volvió a su madre diciendo: "¿Por qué el presidente siempre termina sus discursos con 'Dios bendiga a América'? ¿Por qué no dice, 'Dios bendiga al mundo'?".
Luego hubo un poeta noruego que dejó este suspiro infantil salir de su corazón: "¿por qué la humanidad progresa tan lentamente?". Fue el que escribió tan bellamente sobre los judíos y las judías. Pero rechazó la noción de pueblo elegido por Dios. El personalmente prefería llamarse musulmán.

Calma y piedad

No reconocemos el estado de Israel. Ni hoy, ni en este escrito, no en la hora del dolor y la ira. Si la nación israelí entera cayese ante sus propias artimañas y partes de su población tuvieran que huir de sus áreas ocupadas hacia otra Diaspora, entonces diríamos: Que sus alrededores se mantengan en calma y les muestren piedad. Es un crimen eterno, sin circunstancias atenuantes, el poner la mano sobre refugiados y gente sin patria.
Paz y libre paso para la población civil evacuada ya no protegida por un estado. ¡No dispareís a los fugitivos!. ¡No les apunteís!. Ahora son vulnerables ? como caracoles sin caparazón, vulnerables como las lentas caravanas de refugiados Palestinos y Libaneses, indefensos como las mujeres, niños y ancianos de Qana, Gaza, Shabra y Shatilla. Dad cobijo a los refugiados israelíes, ¡dadles leche y miel!.
Que ningún niño israelí pague con su vida. Demasiados niños y civiles han sido asesinados ya.

*Jostein Gaarder, hizo esta publicación en Noruega, y tras muchas presiones dijo que nunca se publicarían en otra lengua. Ahora la tenemos en español. Este es el escritor judío y famoso por ser el autor "el mundo de Sofía". Traducción de J. Illi al español se basa en la traducción del noruego al inglés por el Nork Israel Senter.

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El socialismo ignora las brutales crisis del imperialismo


No es casual que los escribientes al servicio del capitalismo omitan los logros del socialismo en Rusia frente a la crisis capitalista de 1929
El 7 de noviembre se cumplen 91 años del triunfo de la Revolución de Octubre, acontecimiento que marcó al siglo XX con la fuerza revolucionaria de la clase obrera, y aún ilumina con sus enseñanzas el devenir del presente siglo.

Mucho se ha escrito para negar su legado y desfigurar sus profundas raíces transformadoras, que adquieren una actualidad implacable frente a la barbarie capitalista, que sólo prioriza la tasa de ganancia a costa de lo que sea.

Por ello el futuro socialista que anunció la Revolución de Octubre se agiganta ante el capitalismo que se reproduce constantemente como un sistema depredador de la condición humana.

Generando crisis que pagan los pueblos del mundo con miseria, explotación, enfermedades, guerras…etc.; donde los derechos humanos y la libertad solo existen para los ricos y en los discursos de sus políticos.

No es casual que los escribientes al servicio del capitalismo omitan los logros del socialismo en Rusia frente a la crisis capitalista de 1929.

En los dos años siguientes Estados Unidos y Alemania perdieron un tercio de su industria. El desempleo llegó al 27% en Estados Unidos, 22% en Gran Bretaña, 44% en Alemania.

El comercio mundial disminuyó un 40%. Hubo un solo país que se salvó de la catástrofe: la Unión Soviética. Entre 1929 y 1940 la producción industrial se triplicó.

Su participación en la producción mundial de productos manufacturados pasó del 5% en 1929 al 18% en 1938. No hubo un solo desempleado.

En 1925 la URSS ocupaba el lugar número 11 en la producción de energía eléctrica. En 1935 subió al tercer lugar.

En la extracción de carbón pasó del décimo lugar al cuarto. En la producción de acero, del sexto al tercero. Los economistas burgueses no salían de su asombro.

En general se toma como paradigma el ejemplo del New Deal de Roosevelt en EEUU, que en realidad fue el salvataje de los grandes bancos y monopolios, y se esconde que la Rusia socialista no experimentó las miserias y penurias del resto de los países, gracias a que había expropiado los medios de producción de capitalistas y terratenientes para ponerlos al servicio de toda la sociedad como propiedad colectiva.

Por eso en pocos años Rusia había superado su atraso, erradicando el hambre, la miseria y el analfabetismo, convirtiéndose en un verdadero anticipo de lo podría ser el socialismo no sólo en un solo país sino a escala mundial.

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